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Comparaciones fuertes

Las comparaciones son odiosas. Describir algo usando su similitud con otra cosa resulta muchas veces simple e incluso forzado. Esos fragmentos de texto intentando emular un verso bonito son odiosos:
Su cabello era rubio y brillante como los rayos del sol en verano.
Cursi y falto de energía.

Cómo hacer buenas comparaciones

Para hacer que la comparación no sea tan simple debemos evitar los verbos «ser»/«estar» o, de no poder hacerlo, eliminar el adverbio «como» de las comparaciones. Es decir, convertirlo en una metáfora:
Mirar su cabello rubio era deslumbrarse al observar el sol de verano.
O también:
Al mirar su cabello rubio te deslumbrabas al observar el sol de verano.
Así consigues una descripción mucho más fuerte.

Pero ten cuidado: cada vez que comparamos algo que está en la escena con algo que no está presente distraemos al lector y lo sacamos del momento. Si leemos:
Los ojos del hombre eran como un par de insectos moviéndose cuando se ponía a pensar.
Nos obliga a imaginarnos bichos pequeños (insectos del tamaño de un ojo): tal vez hormigas llevando comida a su agujero por un camino de tierra o tal vez moscas volando por el salón bajo la lámpara o cucarachas correteando por el suelo embaldosado de una cocina (baldosas trapeadas blancas y negras o baldosas grises uniformes)... y ya nos hemos ido de la historia.

Habría que desempaquetar el verbo para dejar claro el detalle que queremos comparar y describir el elemento real antes de compararlo con otra cosa:
Cuando pensaba, los ojos del hombre se movían rápidos de un lado a otro como moscas que intentan salir por el cristal de una ventana cerrada.

Conoces la norma: sáltatela

Puedes hacer justo lo contrario para escribir descripciones más allá de lo que está en la historia. Lleva la comparación al límite y sobreextiéndela para conseguir comparaciones imposibles:
La manta era igual de caliente que la alfombra del salón principal situada frente a la chimenea en una casa de la montaña, desde donde, sentado sobre ella y utilizando un sofá como respaldo, te calientas con el fuego y ves los relámpagos que se cuelan por la ventana y la lluvia que golpea los cristales.
Se trata de que ninguna comparación haga perder energía a una escena.

Imagen | bing.com

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